Eusebio no termina de entender qué hace un dermatólogo en su habitación. Ingresó el día anterior por un dolor en el pecho y terminó en cardiología, aunque al final todo parece haber quedado en una falsa alarma...
Hoy mismo le han dicho que se va para casa. Eso sí, tendrá que plantearse seriamente lo de dejar de fumar (no es el primer susto, y ya tiene 53 años) y tendrá que controlarse mejor esa hipertensión, pero después de lo de ayer, esta vez se lo va a tomar en serio.
Y ahora tiene delante a una dermatóloga que dice que el cardiólogo le ha hecho una interconsulta. Por lo visto le han llamado la atención esos “granos” que desde hace una semana le han salido en la cara, cuello y pecho. Eusebio piensa que son picaduras, aunque es cierto que no le molestan lo más mínimo, y por eso no les había dado ninguna importancia. Si no se iban en unos días, pensaba ir a su médico, pero entonces pasó lo del pecho, y terminó en el hospital. Con su corazón y esos granos… La dermatóloga le hace muchas preguntas, algunas demasiado “íntimas”, para su gusto. Luego le mira todo el cuerpo. Se fija en unas cosas que le han salido en los pies, él ni se había dado cuenta (tampoco le molestan). Son como unos callos, debe ser porque el otro día se fue de excursión y estrenó unos zapatos. Sigue el interrogatorio… Eusebio se quiere ir a casa.
¿Qué hacemos con Eusebio? ¿Necesitamos más datos? ¿Alguna otra prueba? ¿Sacamos el punch? ¿Qué tal una analítica? Claro que en urgencias ya le han sacado sangre unas cuantas veces, y está todo bien.