¿Habré hecho algo mal? ¿En qué me habré equivocado? ¿Tendrá algo que ver mi conducta o estado de ánimo durante el embarazo? Estas son algunas de las preguntas que muchos padres de un niño con alguna enfermedad o trastorno, se plantean tras el nacimiento o tras el diagnóstico de la patología.
No obstante, el primer paso tras este diagnóstico debe ser progresivamente aceptarlo y darse cuenta de que no es culpa de nadie. La enfermedad de un niño suele afectar a toda la familia pero principalmente a los padres. Si es grave, crónica o deja secuelas, supone un gran impacto emocional para todos los miembros de la familia. Si es leve, también puede causar estrés y angustia. Ante la enfermedad o trastorno de un hijo/a, es normal tener sentimientos de dolor, angustia, ansiedad, rabia, impotencia, miedo, y también, es normal sentir alegría en ocasiones, aunque el pequeño/a esté enfermo. Debes cambiar el foco y también alegrarte por sus avances como por ejemplo, que hoy haya comido bien, porque ahora está contento y darle lo mejor de ti. Es muy saludable permitirte sentir y expresar todos los sentimientos que tengas. Busca el momento y la mejor manera de expresarlos y gestionarlos. Permítete llorar, reír, decir lo que sientes. Los sentimientos reprimidos son como una “olla a presión” o una “bomba de relojería” que puede estallar en cualquier momento. Necesitas un gran consumo de energía para mantenerlos ocultos. Esta energía será mucho mejor aprovechada para hacer frente a la situación.¿Es mi culpa que mi hijo/a esté enfermo? Hace poco en la consulta escuché cómo una madre, me relataba la agonía por la que estaba pasando en el hospital con su hijo, y como se confesaba culpable de la enfermedad porque consideraba que le había dado demasiada carne y qué ese era el motivo que le iba a llevar a morir. El comentario me dejó perpleja, ya que, ella había recibido toda la información por parte de los médicos de cuál era el motivo de la enfermedad de su hijo y, a pesar de eso, no le servía. Ella no sólo veía morir a su hijo sino que se sentía partícipe de esa muerte. Era completamente absurdo su dolor extra. Pero la culpa no suele atender a la razón. ¿Cómo se le había metido aquella maldita idea en la cabeza de aquella mujer? El sentimiento de culpa es devastador. Puede deshacer la vida de una persona, y atormentarla durante muchos años, o el resto de su existencia, convirtiéndose en una carga insoportable. El origen de la culpa puede ser algo que hicimos, o que dejamos de hacer, o con mucha frecuencia una interpretación de los hechos que nos lleva a sentirnos culpables cuando en la realidad tenemos pruebas objetivas de que no lo somos. Las personas, para sentirnos seguros, necesitamos relaciones de causa-efecto. Ahí están. Por eso, cuando aparece la enfermedad (inevitable condición asociada al hecho de ser humanos), y más si es grave, la consiguiente pregunta es: ¿qué he hecho mal?, o bien, ¿qué han hecho otros mal? Y ahí es cuando aparece el sentimiento de culpa. Este sentimiento de culpa del familiar, afecta también a la persona enferma. El enfermo, que ya tiene bastante con lo suyo, puede experimentar la carga de sentirse culpable por el estado de ánimo de su madre, padre, hermano, etc, o de que se lo hagan sentir quienes le rodean.¿Qué puedo hacer para dejar atrás la autoculpa? Cuando hacemos algo que daña o perjudica a otra persona nos sentimos culpables. Nos arrepentimos y sentimos remordimientos, nos gustaría poder volver atrás para actuar de otra manera, pero ya es tarde. Pero en el caso que estamos hablando esa culpa es sin haber hecho nada la persona, es una culpa irracional. Por mucho que nos atormentemos, de nada sirve; así que no sigas preguntándote “¿y si…?”. Porque, en este caso, no tenías ningún control en la situación. Lo importante ahora es ver cómo haremos para calmar el sentimiento de malestar, el dolor que ese hecho nos está generando. Pongamos por caso a Sofía. Se encuentra embarazada y en la última ecografía su ginecólogo ve que el corazón del bebé no late, ha fallecido. Tras esta noticia, Sofía empieza a preguntarse que algo que ha hecho ella ha sido la causa de la muerte, el sentimiento de culpa le oprime hasta casi dejarla sin respiración: el dolor que esto le supone es incalculable. Empieza a preguntarse que si se hubiera dado cuenta antes no habría pasado, empieza a darle vueltas a todo lo que han pasado los días previos, que ha comido y empieza a pensar que ha hecho mal para que sucediera lo peor. Ahí está la clave para dejar de sentirse mal, en dejar de buscar respuestas en uno mismo y perdonarse. En estos casos nos conviene fomentar los pensamientos que nos ayuden a aprender de la experiencia y asumir la situación sin que ello suponga vivir con el dolor toda la vida. La enfermedad no es culpa de nadie. Sucede y punto. Si no enfermáramos no seríamos humanos. Cierto que hay hábitos y circunstancias que favorecen la aparición de determinadas patologías, pero no hay ecuaciones ni fórmulas, hay probabilidades. ¿Conoces a alguna persona en esta situación? ¿Has tenido la mala suerte de vivir esta situación? Cuéntanos tu experiencia, ya que, puede ayudar a otros padres que pueden estar pasando por lo mismo.