Igual se me ha ido la pinza, pero esto fue lo primero que se me vino a la cabeza cuando Rafael, nuestro paciente, se quitó la ropa. Debí poner cara de flipada, porque el pobre se quedó más preocupado aún. Pero las lesiones que tenía eran tan perfectas, que no podías dejar de mirarlas.
Habían empezado casi tres meses antes sin que lo relacionara con ningún desencadenante (y mira que le había dado vueltas). Le aparecieron casi de repente, picaban (pero no mucho), en el tronco y en los muslos, y persistían en el mismo sitio. Palmas, plantas, uñas, cara y mucosas se encontraban respetadas, y Rafael, de 40 años, era un hombre sano (al menos hasta ese momento), sin alergias conocidas, que vivía con su mujer y una hija pequeña. Trabajaba como recepcionista en un hotel y no tomaba ningún medicamento ni suplemento dietético, aparte de un tratamiento antifúngico (en crema y por vía oral) que le había recetado su médico de familia hacía ya casi 3 semanas, sin notar mejoría alguna.
El aspecto de las lesiones se aprecia perfectamente en la foto. Se trataba de unas placas arciformes eritematosas, con un borde activo, que progresaban centrífugamente y descamaban superficialmente, sin ampollas ni vesículas ni lesiones de otras características. Rafael se encontraba bien y en ningún momento había presentado afectación del estado general, fiebre ni ninguna otra sintomatología asociada. Nadie más en su familia tenía lesiones remotamente parecidas y no teníamos perros, gatos u otros animales a los que echarles la culpa.
Copyright de la imagen: Rosa Taberner/DermaPixel
Artículo original: http://www.dermapixel.com/2017/02/mandalas-en-la-piel.html